A necesidad de abatanar los paños de lana existe en la historia de la humanidad desde que se comienza a tejer. Sin embargo, al principio el abatanado no era mecánico sino que las telas eran pisadas con los pies de una manera similar a lo que se hace en el procesado de la uva. En Roma las instalaciones dedicadas al trabajo de los tejidos se llamaban “fullonica” y las de mayor tamaño solían tener estancias diferentes para el blanqueado de los paños, el teñido y también para el pisado.
Es en la Edad Media cuando aparecen los primeros batanes hidráulicos, probablemente gracias a la adaptación de la maquinaria de los molinos de río. Se atestiguan ya en Italia en torno al siglo X y rápidamente se van a difundir hacia el norte. En la Península Ibérica los primeros datos de su existencia son en el siglo XII. En la Edad Moderna se extenderá aún más el uso de los batanes por toda la geografía europea. La excepción será Flandes y una parte del norte Europeo, donde se seguirá apisonando de manera manual para garantizar la calidad de los delicados y lujosos tejidos que allí se producían.